Mariana
Solís, secretaria ejecutiva en una gran ciudad; sus veinte años de trabajo, sumida entre papeles, le habían dado un aspecto sombrío, taciturno; podría decirse que desde hacía un tiempo actuaba
automáticamente, no mostraba su rostro ningún gesto de sentimiento interior, hasta sus “si señor, no señor” habían perdido modulación. Su trabajo no le había dejado tiempo para el amor, para vivir y estaba llegando a una edad en la que creía ya no lo encontraría.
El cansancio de la rutina y el deseo de vivir unos días en un “mundo distinto”, la llevaron a que después de mucho dudar decidiera tomarse ocho días de vacaciones; eligió para ello un
pueblo pequeño; donde la gente debía ser más amigable y cordial, cosas que ella necesitaba.
Descendió del tren y se ubicó en un hotel muy modesto, después de tomarse un descanso, se dio cuenta de que no era fácil estar sin hacer nada, por lo que salió a caminar por la calle principal, todo le llamaba la atención, las calles empedradas, acequias y arboledas, le daban una íntima sensación de libertad.
Iba sumida en sus pensamientos cuando de pronto atrajo su atención una tienda de artículos musicales. Mentalmente se regocija con lo que ha visto “-pero si es un arpa! qué hermosa yo…. a mi me encantan…. alguna vez… ¡cuánto me gustaría tener un arpa!
Piensa esto y como movida por un algo interior imposible de frenar
prácticamente se lanza dentro de la tienda; hay un anciano tras el mostrador que la mira entre asombrado y risueño, es que ella parece una niña a la que van comprarle el juguete deseado; no, no va a comprar el arpa, sólo dice:
- Usted… señor usted, sabe tocar el arpa?
- Si claro,…. algo.
- Puede tocar para mi, sólo una notas, sería maravilloso…. puede?
El anciano ante esas palabras dichas así con ansia, temor y alegría, se levanta y hace brotar sones melodiosos, casi encantados, sus manos temblorosas parecen volar y acariciar las cuerdas, con tanta ternura, que la música se hace angelical.
Se detienen las manos del viejo y la música sigue allí, flotando en el ambiente, pero ella reacciona y dice:
- Gracias, ha sido hermoso. Yo tengo 7 días de vacaciones aquí y quisiera pedirle que me permita venir esos días para escuchar el arpa, me gusta mucho…. son recuerdos de niña que quisiera revivir…
- Puedes hija, claro que puedes..
-
Va a marcharse y el viejo la detiene
- Pero también podrías llevarla contigo…
- No, eso es imposible, no podría pagarla.
- Sólo tendrías que hacer algo por nosotros..
- No le entiendo,
explíqueme….
- Ven… mira…
Y la lleva a una ventana que da los fondos, donde hay un jardín y allí en un banco, un niño; la mirada fija, no parece tener más de 6 años.
- Es mi nieto –dice el abuelo- es ciego, su madre murió cuando él aún no cumplía los cuatro años; él cree que ha viajado y la espera; pero no está bien de salud. Los médicos dicen que pronto seguirá a su madre, ya no tiene fuerzas, sólo espera a que ella vuelva.
- Lo siento… que puedo hacer yo, para ayudar?
- Puedes ser su madre en éstos días, él se llama
Iván, después cuando te fueras podrías llevarte el arpa y le darías a él la felicidad que quiere y merece.
Hay un ruego en la voz del anciano; y Mariana descubre que no ha perdido el don de amar, por eso piensa “ese niño podría ser mi hijo, porqué no? y sin darse cuenta ya está en el jardín y se descubre casi gritando:
-
Iván, hijo mío, … mi
Iván, he vuelto. y en instantes está a su lado, lo abraza y besa con ternura infinita y ya no habla y ya no piensa en el arpa sólo en ése niño que dice entre sollozos_
- Mamá? ….
mamita, yo sabía que ibas a volver, mamá….
Pasa ese día tan pronto y son felices y ríen y recorren el jardín, ése que a
Iván antes le pareció tan sombrío y ahora descubre hermoso, místico, sereno, lleno de luz y colores que Mariana, la que acaba de nacer, le muestra con amor.
Al atardecer lo deja dormido y se va, pero vuelve al otro día y otro y todos; ya no se lo pide el abuelo; siente ella esa necesidad de estar con
Iván, sabe que su corazón se ha abierto de par en par y puede sentir y dar amor; darle a
Iván el soplo de vida que necesita. Y ella jamás pensó que al dar recibiría tanto, tanto que no alcanza a comprender.
Qué bien se lo ve al niño! en estos pocos días cómo ha cambiado, pero hoy es el ultimo día que puede estar a su lado, no puede quedarse y no sabe como decírselo, no encuentra las palabras y piensa que lo mejor será decirle la verdad, “no soy tu madre
Iván, te mentí, porque me necesitabas”, imagina el sufrimiento del niño, que cree que ha recuperado a su madre, y ahora va a decirle que es mentira?, una mentira piadosa, pero que piedad puede haber si ahora va destrozar su corazón, sus sueños.
Está en camino a la casa aún no sabe que va decirle, pero quedan algunas horas, se lo dirá por la tarde cuando deba partir, algo se le ha de
ocurrir a Mariana
Solís, ésa que está tan acostumbra al formulismo, ésa que para todo encontró siempre solución; hasta tuvo respuestas para vivir apartada del mundo, cuántas veces dijo “Me agrada mi soledad, me siento bien, sólo me interesa trabajar”.
Camina muy lento, intenta sonreír, debe parecer un día más,
Iván no debe notar su tristeza.
Entra en la casa y como cada día lo llama; está el abuelo allí, parece tan viejo y vencido!
- Buenos días abuelo, ¿no se ha despertado aún?
-
El viejo sólo la mira… y ella descubre que él ha llorado….y que está muy triste…
- Dónde está
Iván? qué ha pasado?
-
No puede ocultar su miedo…
- En su cama. Creo que va evitarle el tener que decirle la verdad…
- Pero de qué habla? … qué tiene
Iván? es que….?
- si hija, lo que piensas, se nos va y te espera a ti, a su madre.
-
Corre a su cuarto, mientras el abuelo dice:
- Pasó muy mala noche, te llamaba en sueños…. pero no supe dónde buscarte… ni siquiera sé tu nombre….
-
Llega a su
camita… no puede ocultar su angustia, le toma las manos tiernamente
-
Iván …. mi niño! qué ocurre? …. cómo te sientes?
- Mamá… hoy no podremos ir al jardín, me siento cansado y no sé… con mucho sueño, porqué?
-
Está tan pálido, así
quietecito, parece un vellón de lana olvidado en el campo. Qué inmensos deseos de llorar……. de darle aliento y si fuera posible, su vida…
- Te pondrás bien, es que hemos jugado mucho y … (qué puede decir?),
tal vez eso
Iván…
-
Las manos de
Iván buscan temblorosas el rostro de Mariana; los ojos táctiles podrían descubrir su angustia y lo evita tomando las
manitas entre las suyas y las besa suavemente una y otra vez.
Mañana es tu cumpleaños mamá y dice el abuelo que te regalaremos el arpa. Nadie la compra y a ti te gusta verdad?
- El arpa? quién piensa en eso ahora! descansa para que mañana podamos jugar.
- Si, mañana, ahora no te vayas, yo voy a dormir. (Lo dice con voz quebrada y tan tenue que apenas si logra escucharlo)
Las lágrimas brotan de los ojos de Mariana
- Duerme… yo velaré tu sueño.
Lo besa con ternura. El niño duerme y ya no despertará jamás, se ha ido, allí dónde van las almas de los niños; ha visto la luz, la vida eterna; a marchado a encontrase con su madre, tan pronto!....
tal vez para evitar la despedida de la madre soñada.
Hoy en el cumpleaños de la mamá de
Iván, Mariana tiene un arpa y allá en el infinito, cerca del Supremo Hacedor del Universo, ella, la que partió tiempo atrás tiene a su hijo; dos regalos para una sola madre.
El abuelo ayudó a cargar el equipaje al tren, se abrazaron fuertemente y quedó allí, parado en el andén con una mano más cansada que nunca y ya sin esperanza, que agitó hasta que el tren fue un puntito en el horizonte.
El mismo tren que la trajo, se lleva ahora a una Mariana
Solís distinta, que se sabe capaz de dar amor y recibirlo, cómo último adiós escribe en su diario:
“Yo te quise
Iván, con un cariño inmenso, en los pocos minutos de tu vida y la
mía en que estuvimos juntos. Guardaré el arpa, es lo único
palpable que me queda, además el recuerdo de tu vida que aún como sol en el ocaso, sentimos que brillaba como en un amanecer radiante, y aunque te apagaste, para mi, sigues brillando."
Luego Mariana volvería cada año y al igual que hoy no podrá evitar el llanto al leer en la lápida de piedra “Te guardaré siempre en mi corazón. Mariana”