"Tú probarás cómo a salado sabe
el pan ajeno y cuán duro camino es
bajar y subir las gradas de los otros"
Dante - La divina comedia.
- Si tuvieras una flor o un jardín... yo lo cuidaría por ti, para ti. Así habia dicho Anselmo, sin pensar porqué, sin pensar... ésa era su forma de ser, de vivir o tan sólo de sentirse vivo.
Anselmo ya había pasado hacía tiempo el medio siglo y mucho antes de ese tiempo había sentido como si ya hubiese vivido un siglo. Los años, los pesares, los sueños nunca realizados, habían dejado vacía su alma, desconectada del corazón ya no se expresaba, y en silencio se dejaba arrastrar hacia el ocaso.
En el fondo sabía que cuidar un jardín, una flor tan sólo, el ver desarrollarse la vida podía darle un álito de eperanza para continuar con la suya.
Fue así como se hizo cargo del jardín ajeno, descubrió que su cuerpo estaba más vencido aún que su alma; el alma resurgía con cada nuevo brote, pero el cuerpo no respondía a los estímulos; cada célula persistía en su pendiente hacia el fin y acusaba los trabajos diarios con dolor; un día no pudo más... ya no tenía fuerzas, ni interés, ni esperanzas.... y renunció a continuar con su labor, sin dar razones ¿porqué debía darlas? no había una obligación, ni compromiso...
El dueño del jardín lo acusó de ser infiel, de abandonarlo en el peor momento (o en su mejor momento?) y con dolor supo el jardinero que los esfuerzos en la tierra labrada durante años, el agua con que regó cada día, el amor que brindó por cada brote.... no tenían valor, supo cuán salado sabía el pan ajeno y dos ríos amargos regaron su sendero, ansió en ese momento tener fuerzas... para acelerar el paso... y avanzar rápido hacia el final... sin mirar atrás.