Una historia irreal que muy bien puede acercarse a la realidad.
Era conciente que no podía evitar ponerse nerviosa ante su presencia, sabía que cuando se encontraban sus miradas, aún sin querer, lo había deseado, ansiaba que se vieran a los ojos, podía leer en ellos el deseo y él comprendía lo que ella pensaba.
Además era maravilloso ese instante porque por su mente pasaban veloces, a veces, lentamente otras, esas imágenes de otros momentos; momentos que no podía y no quería olvidar.
Es que habían sido tan intensos, se habían amado tanto, habían sido entregas tan totales que aún hoy, después de los años provocaban esa vibración, ese temblor en su cuerpo que no se puede describir. Después era el dolor, lágrimas a solas, porque ella había decidido que no podía ser. Y recordaba el fin, más bien la pausa y sus palabras, de las que por orgullo o quien sabe qué, no se podía desdecir.
En su mente se repetía el instante: “Cuando seas libre” y le había apoyado la mano temblorosa en su pecho y su frente; completando, casi ahogada por la angustia “de aquí… y de aquí, entonces, te daré mi amor y podrás amarme” y se había marchado, sin dar oportunidad a una respuesta, a otra promesa...
Trató de evitar los encuentros, dejó de frecuentar los lugares que les eran comunes donde podría encontrarlo. Huía, siempre huyendo, escapando a la posibilidad de encontrarse y saludarse como amigos, porque ese beso en la cara la debilitaba, su sola presencia la hacía vulnerable.
A lo largo de esos dos años había estado tres o cuatro veces a punto de caer en sus brazos, de envolverse en esa loca pasión que los unía; hasta llegó a decirle la verdad, que todavía lo esperaba; pero estaba “ella” que en realidad no estaba, y que siempre que se le antojaba lo enredaba en sus redes y luego lo expulsaba y él mansa, tontamente se dejaba atrapar por los hijos, decía, por ellos se iba y por ellos volvía cuando ella lo decidía.
Fue en una de esas idas cuando él encontró la oportunidad
-- Te casarías conmigo?
-- - Si .Contestó al instante ella, pero pensó: debí decir no,
y lo arregló: - …si fueras libre.
- Si te traigo el divorcio?
- (silencio) -
- Si además no la veo y te demuestro que es así?
- si.
Pasaron meses y aunque siguió evitándolo sabía todo de él… que vivía solo; los que les conocían hablaban de su cambio y procuraban en charlas informales, como casualmente, que ella lo supiera. De todas formas lo evitaba, no quería más promesas, eso ya había ocurrido antes.
Un lunes se detuvieron juntos en un semáforo, él hizo sonar la bocina… ella lo miró y se preparó para huir y perderlo; cambió el semáforo y aceleró cuanto era posible… justo ahora con tanto tránsito – pensó-
Los detuvo otro semáforo, él hacia señas, bajó el vidrio…. ella aumentó el volumen de la radio, alguien cantaba… No quería oírlo, no lo miraba.
Antes de que reanudaran la marcha él le lanzó un sobre que cayó en el asiento a su lado. No lo vió.
Aceleró, ….tres cuadras, sólo tres cuadras y podría doblar a la derecha y tomar la vía rápida, después sería fácil perderse… perderlo.
Alcanzó a cruzar y sintió el ruido de los vidrios, los frenos… miró por el retrovisor… era él. Se detuvo, bajó y regresó corriendo… llegó a su lado, no podía hablar, lo tocó, él la miró y quedó inconciente.
Después ya en el hospital esperó horas, no sabía qué, pero esperó.
Pensaba que era el momento de separarse al fin, terminar su espera y su agonía, pero sabía también, que su vida sin él, sin la esperanza ya no sería lo mismo. Quizá en ese instante tomó la decisión.
Un médico preguntó por los familiares
- Yo, su esposa (mintió)
- - Si lo desea puede pasar unos minutos y después podemos
hablar de su condición que por cierto es delicada.
- - Si (ya estaba preparada)
- Entró, tomó su mano y susurró – te amo, aún te amo.
Luego como en un ceremonial, lentamente, sin lágrimas, sin palabras comenzó a desconectar todo lo que le pareció vital, se fundió en él con un beso largo y asfixiante
hasta que lo sintió en los brazos de la muerte.
-
- Ahora eres libre – susurró- Corrió... y se tiró por la ventana del décimo piso.
*****************
Unas horas después, como las cosas son diferentes, según el cristal con que se miren...
- Qué injusta la vida! ahora que podían ser felices, se enteró?
Dicen que ella llevaba en el auto una copia del divorcio con una carta llena de amor... y los anillos.
- Parece que habían decidido casarse este domingo...
- Qué injusta la vida, no?
Mi regalo
-
A Edgar por sus 15 años.
Porque sos de mi vida
rama fértil,
el vástago que prolongará
mi estirpe,
quisiera darte cuanta cosa material
en este mundo ex...
Hace 5 meses
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