Trasladada por Morfeo a un hermoso momento, en un lugar desconocido y agradable. Sintió el apriete, suave, en el dedo gordo del pie...
-Ya es hora. (Escuchó con la suavidad de un susurro)
Así su madre la despertaba cada día.
-¿Sigues aquí?, no necesitas despertarme, tengo casi la edad que tú tenías al morir... -Ya no trabajo. Murmuró la respuesta y se aprestó a seguir durmiendo un poco más, pero...
-Lo sé, acompáñame.
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